Las consecuencias del No griego

El resultado del referéndum-exprés griego es inequívoco. El pueblo griego apoya a Tsipras. ¿Qué va a pasar a partir de ahora? Cualquier cosa, porque las dudas y vacilaciones mostradas en los últimos meses por Merkel y Hollande, no auguran nada bueno.

Si Europa cede ante Tsipras, el euro tiene los días contados. ¿Por qué razón tendrían que asumir los países europeos en dificultades las políticas de austeridad y las reformas que están soportando para sanear sus economías, si pueden vivir subvencionados por el resto de los miembros del club euro?

Porque de esto es de lo que va el embrollo griego. De si puede pretender Grecia continuar viviendo a cuenta del resto de los países europeos.

La deuda griega es la consecuencia de años y años de vivir a cuenta de los créditos conseguidos inicialmente por su pertenencia al euro y, más tarde, cuando la crisis cerró los mercados financieros, gracias a la solidaridad europea, que ha enterrado en Grecia 240.000 millones de euros, una cantidad ingente de dinero que no ha servido para nada. 

Los griegos han dicho No a la austeridad y Europa debe tomar nota de que ese No es incompatible con la disciplina fiscal prevista en los tratados fundacionales del euro, y obrar en consecuencia, por dura que pueda ser la decisión que dicte la razón. Lo que está en juego, no se olvide, es la supervivencia del euro y, al fondo, de la propia UE. 

El problema griego no es una cuestión de políticas económicas más o menos expansivas.  Es mucho más serio, es la imposibilidad de construir un espacio económico, político, social y cultural europeo común, con pueblos con modos de vida y formas de ver las cosas tan dispares que pueden llegar a ser incompatibles.

La UE es un espacio de cooperación y convivencia entre ciudadanos libres e iguales en derechos y obligaciones, en el que nadie puede aspirar a vivir del resto. Solidaridad, sí, toda la necesaria, pero dentro de las reglas aceptadas por todos.

La salida pactada de Grecia del euro, no de la UE, —la fórmula recomendada por Krugman y Stiglitz, que en esto sí aciertan—, no significa condenarla a nada, si, a cambio, va acompañada de una quita importante de la deuda y de un aplazamiento no menos importante del resto.

Sería una oportunidad espléndida para que Grecia pudiera organizar su economía y sus finanzas como mejor le parezca a su gobierno que, hoy por hoy, cuenta con el respaldo mayoritario de los ciudadanos, mañana ya veremos.

La pertenencia de Grecia a la UE es un activo muy importante que su gobierno puede rentabilizar con una política inteligente, por ejemplo, atrayendo empresas multinacionales que pudieran estar interesadas en producir en Grecia y vender en la UE.

La sostenibilidad de la deuda griega pasa porque el gobierno griego recupere la confianza de los mercados financieros y pueda volver a emitir deuda y atender el servicio de la actual.

El auténtico drama para los griegos sería una salida desordenada de su país del euro, que probablemente conllevaría la salida de la UE, que sí está prevista en los tratados europeos.

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Gerardo Ortega

Gerardo Ortega ha sido Presidente del Consejo General de Colegios de Economistas de España (1982-1989), Presidente del Registro de Economistas Auditores (1982-1984) y Decano del Colegio de Economistas de Madrid (1991-1999)

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